Por Ángel Verdugo
Hace días, a pregunta planteada al Presidente sobre la calificación otorgada a nuestro país por Bloomberg —en una valoración donde aparecemos como el peor lugar para vivir la pandemia en los tiempos actuales—, la respuesta que ofreció dejó, a no pocos como se dice coloquialmente, con la boca abierta.
¿Es aceptable que un gobernante responda con una sonrisa burlesca, que dicha calificación es irrelevante porque los mexicanos ni se enteraron, y tampoco leen inglés? Dicho de otra manera, ¿lo que respondió significa, para decirlo claro, que los mexicanos somos ignorantes de todo lo que se publica acerca de México, tanto aquí como en el exterior?
De ser así, ¿no debería esta ofensiva realidad, preocupar y ocupar a un gobierno que no cesa de hablar de un pueblo bueno y sabio no de uno ignorante? ¿Qué elementos son los que los mexicanos tendríamos entonces para valorar un gobierno si, como afirma el Presidente, de nada nos enteramos, menos aún de publicarse en inglés? Dada pues esa ignorancia festinada por el gobernante —la cual todo perdona—, ¿es compartida por los militantes de su partido? Es más, ¿puede un partido estar satisfecho de su trabajo cuando el Presidente de la República —miembro distinguido de aquél—, festeja que los gobernados vivan en la completa ignorancia de lo negativo que se publica del gobierno que encabeza?
Por otra parte, ¿qué significa que una población permanezca ignorante de todo lo que se publica del gobierno? ¿Podría ella, con base en esa ignorancia que la mantendría a ciegas, saber a dónde vamos como país cuando el gobierno toma decisiones sin sentido alguno porque, afirma quien lo encabeza, aquélla ni se entera de sus errores y desatinos?
Frente a esta visión despectiva de los gobernados, ¿piensa el gobernante que la población mexicana es, además de ignorante de los juicios que sobre el desempeño del gobierno son publicados en el exterior y reproducidos en México, un conjunto de decenas de millones de retrasados mentales y por lo tanto, incapaces de juzgar si las decisiones tomadas por el gobierno son benéficas o perjudiciales para ellos y los suyos?
Ahora bien, ¿con base en qué elementos podría el pueblo sabio concluir si el gobernante gobierna para posibilitar una mejoría sensible de la calidad de vida para ellos y sus familias? ¿Cómo, desde la ignorancia total que alegra al Presidente podría hacerlo? Al no conocer de sus errores y malas decisiones, ¿cómo afirmar que el gobernante hace bien su trabajo y responde así, a las expectativas fincadas en él y su gobernación?
Otro aspecto a considerar ante aquella afirmación es, no otro que preguntarse sobre el rumbo del país y su economía, y sobre la educación impartida por el Estado y los servicios públicos de salud. Asimismo, ¿cómo podría la sociedad valorar objetivamente el estado que guarda el combate de la violencia y la inseguridad si, como afirma el Presidente, de nada nos enteramos?
Sin embargo, por encima de la idea del Presidente, todo indica que la realidad es otra; un buen número de mexicanos sí se entera de las evaluaciones que hacen en el extranjero —y en México— del desempeño de su gobierno. Es más, unos pocos sí analizan los escenarios elaborados con datos duros y concluyen y difunden que, de no corregir los errores cometidos cuyos efectos padecemos, las cosas empeorarían aceleradamente.
Mal hace el Presidente al subestimar a los mexicanos en algo que les afecta directa e inmediatamente: una mala gobernación. Podríamos no leer los estudios y calificaciones asignadas a México y su gobierno por Bloomberg, y tampoco los reportajes de The New York Times, The Wall Street Journal, The Economist y El País pero, en modo alguno significaría que fuéremos incapaces de distinguir un mal gobierno de uno capaz.
Los gobernantes que han menospreciado a sus gobernados se han encontrado, más temprano que tarde y aparentemente sin causa alguna, con una desagradable sorpresa. En unos casos es la revuelta social la que obliga al gobernante repudiado a dejar el poder y huir del país donde, diría alguno, días antes aún era vitoreado. En otros, la presión viene de otras fuentes pero el desenlace es el mismo: es echado del gobierno.
En mi opinión, bien le haría al Presidente y también al país y la economía, corregir esa visión despectiva que tiene de los mexicanos porque, como diría Bugs Bunny: “Donde menos se espera salta la liebre”. Información Excelsior.com.mx