Por Ángel Verdugo
Lo primero que procede es, estará usted de acuerdo conmigo, responder esta pregunta: ¿qué entiendo por esto? Simplemente, lo que sucede en el mundo en los tiempos que corren, tanto en lo económico y político como en lo militar.
Si bien la apertura económica y nuestra incorporación a la globalidad nos obligó a cambiar la visión hacia adentro que nos inculcaron durante decenios, que lo aceptemos o no, hicimos nuestra con un celo digno de mejor causa, todavía no nos acostumbramos a seguir sistemáticamente la situación internacional.
A pesar de los efectos que la volatilidad económica y la inestabilidad política tienen en nuestra economía, la renuencia a enterarnos de lo que pasa fuera del país es de antología. Damos, en no pocas ocasiones, la impresión de que México es un país ajeno a lo que sucede fuera de nuestras fronteras.
Si lleváremos a cabo un ejercicio un tanto superficial cuyo objetivo fuere conocer lo que pasa en algunas regiones donde hoy hay conflictos, tanto relacionados con disputas comerciales como enfrentamientos potenciales en lo militar, sin duda concluiríamos —por la complejidad y cantidad de lo encontrado—, que estamos viviendo tiempos no vistos desde los años de la Guerra de Vietnam.
Hoy, es difícil encontrar una región del planeta donde no se esté gestando un conflicto; las disputas entre gobiernos se agravan, y los adversarios avanzan al punto de no retorno.
Lo que venía siendo una constante desde hace algunos años, se ha agravado a una velocidad inimaginable todavía hace poco tiempo; primero la victoria de Donald Trump en noviembre del año 2016, y luego su gobernación incomprensible —por llamarla de alguna manera— desde la toma de posesión a principios de este año, no dejan espacio alguno para el optimismo en lo que se refiere a la tensión creciente entre países.
La gota que parece haber derramado el vaso —espero que sea una impresión ligera y superficial de mi parte—, es su reciente decisión de reconocer Jerusalén como capital de Israel, y ordenar el traslado de la actual embajada ubicada en Tel Aviv a aquella ciudad.
A esta decisión —condenada por unos y otros por las implicaciones que para la paz en la región tiene—, habría que agregar un larguísimo rosario de desaciertos y tropiezos de toda índole. En unos casos, declaraciones sin sentido alguno y casi de inmediato la rectificación la cual, de no creerse, complica lo complicado en vez de resolverlo.
¿En qué terminará todo esto? ¿Acaso lo que verá el mundo es una solución al viejo estilo? ¿Acaso lo que veremos y padeceremos será un conflicto militar, más o menos similar a los del siglo pasado? ¿Será posible que estos siete decenios sin ver en el mundo un conflicto de esas dimensiones, lleguen a su fin?
¿Qué harían en su momento, Rusia, la República Popular China, Japón y Taiwán de darse el estallido de un conflicto donde estuvieren involucradas las dos Coreas y Estados Unidos? ¿Y si el conflicto fuere entre Irán y Arabia Saudita? ¿Cuál sería la reacción de Siria y Rusia, e Israel y Estados Unidos, por ejemplo? ¿Y qué pasaría si Venezuela iniciare un conflicto con Colombia? ¿Cuál sería la reacción de Chile, Argentina y Brasil?
¿Le parece todo eso altamente improbable? Sin duda, lo antedicho podrían ser simples simulaciones o war games; sin embargo, de concretarse uno solo, ¿en qué posición quedaría México, dada su estrecha relación con Estados Unidos?
Por eso planteo, ¿por qué no ver al exterior, y saber qué está pasando?
Información Excelsior.com.mx