Por Ángel Verdugo
Una cuestión que aún intriga a los estudiosos de los regímenes autoritarios o de plano dictatoriales, es la facilidad con la que millones de súbditos —pues renunciaron a ser ciudadanos— aceptan, callada y vergonzosamente, ser ignorantes en todas las áreas del conocimiento. Este caudal infinito de ignorancia es compensado por la infinita sabiduría del gobernante que, además de autócrata o franco dictador, domina todas las áreas del conocimiento conocido, y aun del no conocido.
¿Acaso alguien dudaba —públicamente, por supuesto— de la infinita sabiduría de Stalin? ¿Había algo que él ignorara? ¡Imposible! ¿Qué decir de la sabiduría del Gran Timonel y Sol Rojo que iluminó —mientras vivió—, nuestra vida toda, Mao Tse Tung? Hoy mismo, ¿quién duda —en la República Popular China—, de la sabiduría de Xi Jinping?
Injusto sería dejar fuera a sabios de opereta como Mussolini y Hussein sin olvidar, por supuesto, a Adolfo Hitler. A los tres, además de su megalomanía y gran sabiduría, los seducían los entorchados y los desfiles, y los bordados de oro en sus uniformes.
Para no quedarnos a la cola de esos gigantes que nada ignoraron, ¿qué pero le pone a Fidel Castro? ¿Acaso usted no se enteró de los grandes avances científicos en materia de genética animal gracias, exclusivamente, a la sabiduría de El Caballo? Y en materia agrícola, ¿qué pero le pondría usted a los montos alcanzados en la producción de azúcar que logró? Es más, ¿quién aseguraría hoy, aun cuando hubiese sido por accidente, haber ponchado a Fidel en un juego de beisbol?
¿Cómo intentar rebajar la sabiduría de Hugo Chávez, quien heredó de Marx toda su doctrina y la llevó al nivel de socialismo siglo XXI? ¿Qué ignoraba Chávez? ¡Nada! Sabía todo, de todo. Es más, en beisbol nadie lo ponchó, y las canciones de José Alfredo las cantaba mejor que cualquiera. En esos casos, y decenas más de renacentistas que han sido dictadores que algunos pueblos han adorado, ya muertos —a la vista de los desastres y tragedias producidas—, nada quieren saber de ellos.
Por otra parte, ¿qué decir de los súbditos que no ciudadanos que los veneraron cual deidad? ¿Acaso toda la responsabilidad está del lado del autócrata, aprendiz de dictador o asesino consumado de cientos de miles o millones? ¿En verdad podrían esos millones de siervos —que prefirieron serlo a ser ciudadanos—, ser absueltos a pesar de su complicidad y obsecuencia?
Hoy por ejemplo, ¿qué decir de los habitantes de Corea del Norte que adoran hasta la insania, al rechoncho nieto del tirano Kim Il-sung, fundador de esa rastacuera dinastía de dictadores y sabios los tres: abuelo, hijo y nieto?
Hay otros casos donde, si bien el aprendiz de tirano no logra consolidar su control dictatorial por la resistencia de no pocos ciudadanos como en Turquía y Hungría en los tiempos que corren, la obsecuencia y el servilismo ofensivos del resto de la población, alcanzan niveles ridículos debido a la estupidización masiva imperante.
Buena parte de la historia del siglo XX está marcada por personajes como aquéllos, y por decenas o centenas iguales. Sin embargo, a punto de entrar al tercer decenio del siglo XXI, ¿qué decir de lo que se ve en algunos países latinoamericanos? ¿Acaso veremos lo mismo? ¿Cómo ignorar a Daniel Ortega y su poetisa esposa, Rosa Murillo? ¿Olvidarían los bolivianos al inefable Evo y su Rasputín Versión Conasupo, el vicepresidente Álvaro García? ¿Entrarían en esta lista los Kirchner y Bolsonaro?
Por último, el caso de México; ¿cómo explicarnos la infinita sabiduría concentrada en uno solo, el que gobierna? ¿Quién podría explicar la infinita ignorancia que exhibe el resto de los mexicanos y el embrutecimiento que reina hoy, no sólo entre los servidores públicos que lo rodean sino también, entre decenas de millones de mexicanos?
¿Estaremos ante una combinación de la sabiduría de Stalin, Mao y Fidel, versión Conasupo? A ver, ¿quién posee un porcentaje de bateo mayor que el de nuestro gobernante? ¿Quién sabe más de extracción de petróleo, y ha desarrollado una mejor estrategia para combatir la delincuencia? ¡Nadie!
Por eso afirmo, todo tirano es un sabio; al menos mientras gobierna. Todos son hombres del Renacimiento: dominan todas las áreas del conocimiento. Y aquí, ¿a quién debemos agradecer por contar con alguien así? ¿A más de 30 millones? A propósito, ¿qué decidió ser usted, ciudadano o siervo?. Información Excelsior.com.mx