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Toledo, los duros y López Obrador

Por Jorge Fernández Menéndez

Muchas veces hemos dicho que prácticamente la única base de unión que tiene la llamada 4T es el presidente López Obrador. Morena se conformó en torno al ahora Presidente para lanzar su candidatura y en torno a ella se agruparon los más distintos personajes e intereses.

Ya en el gobierno, el presidente López Obrador ha elegido para que lo acompañen en Palacio Nacional y en las principales responsabilidades a personajes relativamente moderados y con una visión realista, en ocasiones más que la del propio Presidente, del país y del mundo. Julio Scherer, Alfonso Romo, Lázaro Cárdenas, Marcelo Ebrard, Santiago Nieto, Alejandro Gertz Manero, Claudia Sheinbaum, Arturo Herrera, Graciela Márquez, Alfonso Durazo, Ricardo Monreal, Mario Delgado, Olga Sánchez Cordero, el general Sandoval, el almirante Ojeda, entre otros, están lejos, con sus propias y a veces transparentes diferencias internas, de ser funcionarios o políticos radicales.

Y por supuesto no son, como dice el tristemente célebre cardenal Juan Sandoval Íñiguez, comunistas decididos a convertir a México en una réplica de Cuba o Venezuela. Tampoco lo es el presidente López Obrador: tiene un fuerte talante populista, pero en realidad su visión nacionalista peca de ser conservadora más que siquiera liberal. El liberalismo del siglo XIX no se parece al liberalismo del siglo XXI.

En esa visión nacionalista y casi siempre conservadora, lo acompañan personajes que están lejos de ser siquiera de izquierda, como los funcionarios del sector energético: Rocío Nahle, Manuel Bartlett u Octavio Romero Oropeza, o los funcionarios de la SCT, incluyendo el nuevo titular de esa cartera. Existe, además, un grupo que gobierna, es un decir, desde el anonimato, casi desconocidos por la opinión pública.

Pero más allá de eso y de los éxitos o fracasos de la actual administración, lo que es indudable es que dentro y fuera del gabinete, existe un círculo que sí quiere otra cosa, y que sí se entusiasma con una revolución que los acerque a Cuba, Venezuela o por lo menos a algún modelo bolivariano. De ellos proviene la mayor oposición y el fuego interno contra el círculo presidencial y ahora, como se demostró con el audio del secretario de la Semarnat, Víctor Manuel Toledo, el desprecio por el propio presidente López Obrador, al que en el colmo del ridículo termina considerando ajeno a las ideas de la 4T.

Seamos sinceros, Toledo demostró que nunca tuvo la más mínima calificación para ser considerado secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales. En todo caso se le puede calificar como un mal poeta y un activista ambiental inviable para un gobierno. Llegó al gabinete porque después de la renuncia obligada de Josefa González Blanco, el Presidente no se terminó de decidir entre las dos opciones, ambas de peso, que tenía para integrar a esa posición: el exgobernador de Chiapas, Manuel Velasco, un político confiable y experimentado, y la actual subsecretaria de Relaciones Exteriores, exsecretaria de Medio Ambiente en la CDMX, Martha Delgado. Se prefirió ir por Toledo, un bajo perfil sin experiencia en el gobierno, una decisión que ha demostrado ser de altos costos.

Toledo no es diferente a Ackerman cuando pide la renuncia de Monreal y se rebela contra Mario Delgado y la elección de consejeros del INE; de Jesusa Rodríguez cuando pontifica sobre el maíz originario de México, compara el clítoris con la marihuana, y defiende los derechos no sólo de las mujeres sino de “las hembras de todas las especies”. No es diferente a un Epigmenio Ibarra que cada vez que López Obrador habla de transformación él entiende que habla de revolución. De una Dolores Padierna, que quiere imponer a su gente en el INE y acusa de traición a todos los que no considera puros. De un Fernández Noroña, que cree que puede presidir la Cámara de Diputados y amenaza con romper el bloque oficialista. Y a ellos se suman muchos otros, dentro y fuera del gabinete, incluyendo al ínclito López-Gatell, parte también de ese grupo. Son los que buscan quedarse con Morena, con candidaturas, con espacios, para imponer una utópica candidatura presidencial en 2024.

Al presidente López Obrador, con un sentido tan centralista del ejercicio del poder, no le molesta que existan esos conflictos, incluso los propicia, pero ahora los Toledo de su equipo lo descalifican a él, y ya va siendo hora, en medio de una crisis sanitaria, económica y de seguridad que se atienda lo que puede convertirse en una crisis política e institucional. El gobierno está dando un giro en el ámbito de la seguridad, porque la violencia se desborda; necesita recursos y que la economía funcione, en lugar de cancelar inversiones porque se lo piden personajes que no lo respetan, como Toledo; la crisis sanitaria ya está en manos de que llegue una vacuna que negocia Ebrard, no la SSa. Sheinbaum ratifica a García Harfuch e ignora a Gatell. Es hora de que el Presidente haga control de daños y ponga a cada uno en su lugar. Información Excelsior.com.mx

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