Por Víctor Beltri
¡El rey está desnudo!, parece haber exclamado —desde su portada— la revista Proceso. “AMLO se aísla; El fantasma del fracaso”, reza el título que enmarca el rostro macilento y consternado de López Obrador, en la edición que se publica esta semana y que no es sino el preámbulo a una interesante entrevista a Diego Valadés, que ha levantado ámpulas en el círculo más cercano del presidente electo y desatado el ataque de la turba digital enardecida en contra tanto de la publicación como del propio jurista.
El rey está desnudo y, como en el cuento de Andersen, sólo pretenden no darse cuenta quienes tienen un interés personal, e hicieron de la candidatura de quien hoy es presidente electo el vehículo para alcanzarlo. Un vehículo al que lo mismo se subieron los conservadores del PES que los progresistas como Olga Sánchez; los colectivistas de las bases duras, como Taibo II, que la ultraderecha como Germán Martínez y Manuel Espino; los enemigos ancestrales, como Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Bartlett, o las antípodas intelectuales, como Sergio Mayer y Elena Poniatowska. El propio líder y Tatiana Clouthier. Morena es un movimiento, decían, mientras confiaban —confían— en que las promesas que habrán de cumplirse, las expectativas y los intereses que habrán de satisfacerse, serán los propios y no los del de enfrente.
Y no es así. La Transición de Terciopelo ha sido un periodo de revelaciones y desengaños, en el que quienes votaron esperando que las cosas cambiaran están aprendiendo que la realidad es muy distinta a las promesas de campaña, y que el amado líder olvida muy pronto: quien esperaba que la gasolina bajara de precio, como le fue prometido, hoy sabe que seguirá aumentando en el esquema actual; quien esperaba que el Ejército regresara a los cuarteles hoy sabe que las Fuerzas Armadas incorporarán a 50 mil nuevos elementos a sus filas. Quien esperaba justicia, hoy sabe que tendrá que tragarse su dolor en una absurda amnistía; quien esperaba ser escuchado, hoy no tiene el foro que le había sido ofrecido.
Quien esperaba un juicio a la administración actual, hoy sabe que, según el propio López Obrador, México no está en crisis, e incluso que Enrique Peña Nieto entregó un país mejor de como lo encontró. Quien esperaba la reconciliación hoy sabe que a la Cuarta Transformación se opone un ente amorfo llamado los fifís, en donde cabe todo; quien esperaba un lugar para la democracia participativa hoy sabe que la opinión de la gente sólo será tomada en cuenta en tanto valide la decisión del Tlatoani y su peculiar huehuetque. De verdad, ¿los treinta millones votaron para esto?
El rey está desnudo, y es preciso darse cuenta. “Si el presidente electo no cuenta con la plena participación de su gabinete y de los legisladores de su partido en el enorme reto de separar el poder político del económico, está destinado a fracasar”, fue la incendiaria declaración de Valadés que despertó la indignación de quienes —incluso— han pedido que el semanario se disculpe. Una declaración que, sin duda, escuece: la propia conformación del movimiento; las promesas a diestra y siniestra, y las expectativas de cada grupo, al haber alcanzado el poder, sin duda convertirían cada negociación en una cena de negros no muy distinta a lo que fue la dinámica del PRD en los últimos años. Por eso, mejor descalificar al mensajero; por eso, mejor acusar el desenmascaramiento. Por eso, mejor confiar en la oclocracia.
El rey está desnudo: la tela, simplemente, no existe. Lo que prometió, no es real; lo que esperan, no habrá de suceder. No se solucionará el desempleo plantando arbolitos; no se desarrollará el sureste con un tren sacado de la manga. No se terminará la corrupción despidiendo a los burócratas; no se preparará a las siguientes generaciones entregando la educación a la CNTE. No se transforma un país, para bien, alentando el resentimiento; no se salvará ni la dignidad nacional cancelando el aeropuerto.
¿Alguien, por favor, podría despertar a lo que quedó de la oposición?
Información Excelsior.com.mx