Por Pascal Beltrán del Rio
Entre 2005 y 2011, varios dirigentes del PAN decían en voz baja que lo único malo de Enrique Peña Nieto era el partido del que era miembro.
Veían en el entonces gobernador mexiquense un cuadro que tenía todas las cualidades de un buen panista salvo el carnet de militante.
Esa impresión se acrecentó cuando, en 2009, el PRI de Peña Nieto arrebató al PAN varios municipios del llamado “corredor azul” del Estado de México.
Por eso no fue raro que muchos electores panistas apoyaran a Peña Nieto y le dieran su voto útil en la elección presidencial de 2012, mandando a su propia aspirante a Los Pinos, Josefina Vázquez Mota, al tercer lugar.
Un sexenio después se está dando un fenómeno parecido.
Muchos panistas comienzan a volver la vista al PRI con placer culposo y reconocen en José Antonio Meade a un político que quisieran tener en sus filas.
Algunos incluso no encuentran problema con reconocer públicamente su simpatía para con el virtual candidato presidencial del PRI.
Por ejemplo, el senador Javier Lozano, quien ayer, en entrevista con Imagen Radio, me dijo que a él le gustaba la candidatura de Meade. Y que no le costaba trabajo imaginarlo en una “final” electoral con Andrés Manuel López Obrador, con el PAN (o el Frente) desplazado al tercer lugar de la contienda.
Si de tener opciones se trata, los votantes y simpatizantes del PAN no se pueden quejar.
Quizá vayan a ser el grupo de electores con mayor número de posibilidades para cruzar la boleta el año entrante.
Claro, falta saber si el jefe nacional panista Ricardo Anaya y la exprimera dama Margarita aparecerán en ella, pero hay posibilidades de que sí.
No puede asegurarse que se vaya a conformar el Frente Ciudadano por México –cuya viabilidad hoy depende de que Anaya no se imponga a sí mismo como el aspirante presidencial de la coalición–, pero el joven político queretano parece tener garantizada al menos la candidatura del PAN si el Frente se rompe a la mera hora.
Y suponiendo que Margarita Zavala alcance las firmas de apoyo que requiere para ser candidata independiente, imagine usted el siguiente escenario: Meade, Anaya y Zavala en la boleta de la elección presidencial. ¿Por quién votarían el militante y el simpatizante promedio del PAN?
Es difícil decirlo, pero resulta probable que ese grupo de votantes se partiría en tres.
No olvidemos que Meade trabajó en dos gobiernos con presidente panista y que hizo muchos amigos en el partido blanquiazul, entre ellos los hoy senadores “rebeldes” Ernesto Cordero, Javier Lozano y Salvador Vega, con quienes se sentó en el gabinete del presidente Felipe Calderón.
Por cierto, la tarde de ayer, el expresidente Vicente Fox tuiteó su apoyo a Meade diciendo que él representa la estabilidad en tiempos de incertidumbre.
Otra ironía es que mientras Anaya trata de vender al país la idea de un “frente ciudadano”, el PRI impulsa ya la candidatura de Meade, un hombre sin militancia partidista.
Por si fuera poco, el panismo institucional ha tenido que moverse a la izquierda en un afán de concretar su alianza con el PRD, lo que ha dejado al PRI con la posibilidad de capturar el espectro ideológico de centro-derecha, donde los panistas suelen sentirse cómodos.
¿Por cuál candidato se sentirán más inclinados a votar los panistas? ¿Por Anaya, quien ha comenzado a hablar como López Obrador? ¿Por Margarita, quien se llevó los valores más tradicionales de Acción Nacional? ¿O por Meade, quien se fue al PRI, pero no ha dejado de ser una suerte de poster boy del panismo?
Mientras se define qué nombres estarán en la boleta, lo cierto es que la candidatura de Meade mete ruido entre los blanquiazules.
La única ventaja competitiva que puede tener, de arranque, el panismo institucional sobre el PRI y Morena es diseñar un sistema de postulación del candidato del Frente que parezca más democrático que el de aquéllos.
El problema es que una competencia real por la candidatura común puede reventar al Frente, igual que lo haría una burda imposición de Anaya, como ya ha advertido Miguel Ángel Mancera.
Y si la coalición fracasa, eso dejaría a Anaya a merced de sus críticos internos y frente a una gran paradoja: representar, junto con López Obrador, a la partidocracia en la boleta, mientras que el PRI y el PRD llevarían como candidatos a Meade y Mancera, dos ciudadanos sin partido.Información Excelsior.com.mx