Por Jorge Fernández Menéndez
No deja de llamar profundamente la atención el tipo de relación que están tratando de construir Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump. El fin de semana, Trump envió uno de sus tuits en el que calificó al Presidente electo como un perfecto gentleman y da a entender que existe una base de negociación con México mucho más establecida que con Canadá, un país al que criticó, en el mismo tuit, por tener tarifas y barreras comerciales muy altas. Canadá agregó, debe esperar.
México en la negociación del TLCAN, aparentemente, aceptó las reglas de origen que proponía el gobierno estadunidense, lo que Canadá aún no ha aceptado. La propuesta estadunidense, resistida en principio por las empresas automotrices, es que los automóviles tendrían que tener hasta un 85% de productos provenientes de la región. Al mismo tiempo, Canadá mantiene algunas tarifas y límites comerciales, sobre todo en el sector agropecuario (particularmente, lácteos), que Estados Unidos considera excesivos. Un tema que divide tanto a México como a Canadá con la Unión Americana es la de la resolución de disputas comerciales que pretende se diriman en tribunales locales, en lugar de los de arbitraje actualmente existentes.
Más allá de todo esto, lo que sucede es que la administración Trump, lo que quiere es negociar el TLCAN con resultados que sean claramente favorables a su país, pero, en realidad, preferiría establecer tratados comerciales por separado con Canadá y México. La pregunta es si esa posibilidad no le resulta interesante también a la próxima administración. Por supuesto que, oficialmente, México continúa en la negociación trilateral, pero las presiones para que tanto nuestro país como Canadá la abandonen en beneficio de acuerdos bilaterales son una constante en la relación con Estados Unidos, sobre todo en las comunicaciones vía redes de Trump.
Trascendiendo lo comercial, los principales temas de la relación pasan en estos momentos por el tema migratorio. Hay proyectos que está enarbolando López Obrador que deben resultar especialmente interesantes para el gobierno de Trump. Uno es clave en ese sentido: El ferrocarril y carretera transístmico entre Salina Cruz y Coatzacoalcos, que además de ser un gran proyecto de infraestructura, postergado durante décadas (la vía de comunicación, el ferrocarril, existe, pero de lo que se trata es de algo mucho más ambicioso, de un verdadero canal de comunicación que conecte el Pacífico y el Golfo, en realidad a Asia con la costa este de Estados Unidos), que además constituirá una suerte de frontera física en el sur del país.
Ese proyecto se relaciona con lo que piensan implementar en Chiapas, con cambios productivos muy marcados y de infraestructura que abarcan desde las zonas económicas protegidas hasta la construcción del tren turístico entre Palenque y la Riviera Maya.
Si esas políticas se implementan serán claves para frenar la migración hacia el norte, tanto por las barreras físicas como las sociales y económicas. Es verdad que, además, se necesitarán programas mucho más intensos en Centroamérica, donde la situación se está deteriorando día con día, en parte por la violencia y la represión de sus regímenes, con Nicaragua como caso paradigmático de represión política, y El Salvador y Honduras de violencia criminal. Pero lo interesante es que el futuro gobierno lopezobradorista parece entender esa dinámica y trabajar sobre ella. Me imagino que es uno de los temas que hacen que Trump esté agradablemente sorprendido con ese caballero llamado Andrés Manuel.
El sur del país es estratégico para los programas de López Obrador, en términos políticos, económicos y sociales. Eso se refleja con los resultados electorales y las alianzas que han establecido en la zona, incluyendo el cambio que ha experimentado el Partido Verde, que es evidente que está confluyendo hacia acuerdos con el nuevo gobierno. El todavía gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, quien, evidentemente, está en esa tesitura, será el coordinador del Verde en el Senado, mientras que el futuro gobernador, Rutilio Escandón, es uno de los hombres más cercanos en términos políticos e incluso familiares a López Obrador.
La relación del futuro gobierno lopezobradorista con Trump pasará por esas dos variables: Los tratados comerciales que ambos quisieran un poco más cerrados, con reglas de origen más estrictas, y medidas de desarrollo y control en la frontera sur que le quiten presión migratoria a nuestra frontera norte y a Estados Unidos. Por allí existe un espacio amplio para que los dos gobiernos puedan avanzar.
Hablando de López Obrador y su seguridad. El Presidente electo volvió a desestimar ser protegido por el Estado Mayor Presidencial en una decisión que parece, por lo menos, poco sensata. Dijo que habrá 20 personas, profesionales, que lo protegerán. Más allá de que ese personal pueda “protegerlo”, no se termina de entender que las funciones de protección de la Presidencia de la República no se limitan al trabajo que puedan realizar un grupo de guardaespaldas. Es un error que puede ser costo.
En ese equipo se designó como responsable a Daniel Asaf, un empresario cercano al propio López Obrador, y como responsable de logística a David León, cercano operador del gobernador Velasco. No conozco a Asaf, pero León es una muy buena adquisición del Presidente electo. Información Excelsior.com.mx