Con motivo del impacto global por la pandemia de Coronavirus, el viernes pasado, Donald Trump se reunió con personal de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, (CDC, por sus siglas en inglés).
En sus declaraciones, el presidente de Estados Unidos intentó disminuir la amenaza que sostiene la enfermedad COVID-19 contra la población al compararla con el número de personas que mueren de influenza.
El señor Trump señaló que un promedio de 36 mil personas mueren al año de la gripe. Y en efecto, tiene razón; desde el 2010, la influenza estacional ha cobrado las vidas de 12 mil a 61 mil personas, cada año, nada más en los Estados Unidos.
Pero lo que llamó la atención de los medios fue otro punto:
“Nunca había escuchado esas cifras. Me hubiera sorprendido. Yo hubiera dicho: ‘¿Alguien muere de gripe? No sabía que las personas se mueren por la gripe.’… Y de nuevo, tuviste un par de años donde más de 100 mil personas murieron por la gripe.”
El presidente de Estados Unidos parecía ignorar, no solo la mortandad de la influenza, también el hecho de que su propio abuelo había fallecido a causa de una gripe.
El 30 de mayo de 1918, Frederick Trump, un empresario alemán que había emigrado a Estados Unidos un par de décadas antes, perdió la vida a causa de la gran pandemia de gripe de 1918, también conocida como la gripe española.
Esta enfermedad mató a 675 mil personas en Estados Unidos y 50 millones en todo el mundo. Frederick Trump tenía 49 años de edad cuando empezó a sentirse mal mientras caminaba por la calle con uno de sus hijos. Al regresar a su casa, el señor Trump perdió la vida en su cama, una de las primeras víctimas en Norteamérica de la pandemia.
Fred, el padre de Donald Trump, apenas tenía 12 años cuando le ocurrió esta tragedia, la cual está documentada en la biografía escrita por Gwenda Blair en 2001, titulada The Trumps: Three Generations That Built an Empire.
Con información adicional de The Washington Post.