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Un antielitismo llevado al extremo

Por Leo Zuckermann

¿Cómo entender el ataque desproporcionado del gobierno de López Obrador y del fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, en contra de 31 científicos mexicanos?

El proyecto político de López Obrador es antielitista. Según su ideario, en México existían ciertas minorías (empresariales, políticas, judiciales, burocráticas, académicas, científicas, culturales, mediáticas, oenegeras) que expoliaban a las grandes mayorías del país. El Estado había sido capturado por mafias a las que había que quitarles sus privilegios. Hacer que el Estado sirviera al “pueblo bueno”, millones de pobres del país. Este pensamiento se encuentra en diversos libros que ha publicado López Obrador a lo largo de los años.

En todo el mundo, los científicos siempre han sido una élite. En México, por desgracia, tenemos muy pocas personas dedicadas seriamente a las ciencias, una muy pequeña élite.

Ojalá hubiera más. Yo estoy convencido que uno de los factores que incentivan el desarrollo económico es el dinamismo de la ciencia y tecnología de un país. Aquí entra el siempre polémico asunto de cuántos recursos debe destinar el Estado a este rubro. En algunos países, los gobiernos apoyan mucho a sus científicos. En otros, poco. En México, desde que yo tengo memoria, los políticos han prometido gastar el equivalente al 1% del Producto Interno Bruto en ciencia y tecnología, promesa que nunca se ha cumplido. Hoy, el gobierno de López Obrador gasta 0.4 por ciento del Producto Interno Bruto. Muy poco.

Y lo poco que apoya, lo recibe una élite de la élite científica nacional. Históricamente, ciertas personas e instituciones han recibido más que otras. Algunas han hecho cosas maravillosas con esos recursos, otras no tanto. Al Conacyt, las universidades y centros de investigación les corresponde que exista una buena utilización de los recursos públicos en proyectos eficaces de ciencia y tecnología.

Si el Conacyt encontró algún abuso en la utilización de dinero público durante el sexenio pasado, que presenten las demandas respectivas para sancionar a los presuntos culpables. Pero de eso a que la Fiscalía General de la República los acuse de recursos de procedencia ilícita y delincuencia organizada, hay un mundo de diferencia. Esto segundo es un abuso de poder por parte del Conacyt y la FGR.

Ya no estamos hablando de sana fiscalización, sino de persecución política. El gobierno ensañándose con una élite que cuenta con pocos recursos para defenderse. La utilización del poder coercitivo del Estado para legitimar un discurso antielitista. Y que tomen nota las otras élites porque hoy son los científicos, pero mañana pueden ser otros.

Yo no tengo duda: el gobierno federal y la Fiscalía están exagerando, y mucho, en su expediente antielitista. Desgraciadamente, esto ya lo hemos visto en otras partes y siempre termina mal.

Voy a dar el ejemplo más extremo: la Camboya de Pol Pot en los años setenta del siglo pasado. El líder de los Jemeres Rojos quería una sociedad agraria e igualitaria. En el nuevo orden político no cabían más que los campesinos que no habían sido contaminados por la peste capitalista. Todos los demás elementos sociales debían ser reeducados o eliminados. Cero elitismo. La purga comenzó, naturalmente, con científicos, académicos y los que sabían un segundo idioma. Incluso se llegó a prohibir el uso de lentes por la denotación intelectual que éstos tenían.

Desde luego que estamos lejísimos de esa situación. La menciono, sin embargo, como el caso del abuso del poder llevado al extremo de una estrategia política antielitista.

En una república siempre será sano el debate de qué hacer con las élites para que no tengan privilegios más allá de cualquier ciudadano. Pero esta discusión debe hacerse dentro de los valores liberales, donde los individuos tienen derechos inalienables con el fin de que el Estado no se extralimite en su poder.

La Fiscalía General de la República ya anunció que va de nuevo, por tercera ocasión, por las órdenes de aprehensión para encarcelar a los científicos en una prisión de alta seguridad. Desde Palacio Nacional, el Presidente opina que “el que nada debe, nada teme”. Preciosa frase. Lástima que todos los mexicanos sabemos que, en este país al que nada debe le inventan cosas terroríficas que debe. Así los meten a la cárcel por motivos políticos.

No dudo, además, que, aparte del antielitismo que hay en esta maniobra, haya factores humanos que complican más el caso. Enojos, envidias, celos y vanidades de personajes que ahora están en el poder y por alguna razón odian a la comunidad científica y académica.

Qué cobardía la de utilizar la fuerza del Estado para ajustar sus cuentas personales.

Twitter: @leozuckermann

Información Excelsior.com.mx

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