Por Pascal Beltrán del Río
La peligrosidad del COVID-19 no es tanto su tasa de mortalidad, sino su capacidad de mantenerse oculto hasta rebasar el sistema de salud de países completos.
A diferencia de otras pandemias, este coronavirus comienza a transmitirse de persona en persona aun antes de que los contagiados presenten síntomas.
Por lo mismo, aunque apenas un pequeño porcentaje de los enfermos requiera hospitalización, el que hasta 10 mil 500 personas necesiten servicios de terapia intensiva de manera simultánea –de acuerdo con un escenario extremo elaborado por la Secretaría de Salud– se pondría en serios aprietos a la red de hospitales públicos, pues ésta apenas cuenta con unas tres mil camas para ese tipo de cuidados y unos seis mil ventiladores.
Entre las naciones de la OCDE, México es una de las menos preparadas para un escenario de ese tipo.
El nuestro aparece en los últimos lugares de la lista de países de la organización en varios rubros.
Por ejemplo, en camas de hospital por cada mil habitantes. Tiene 1.4 contra 3.4 en Italia, 3.0 en España, 4.3 en China, 12.3 en Corea del Sur y 3.6 de promedio de la OCDE.
México lidera la tasa de mortalidad a 30 días posteriores de un infarto agudo al miocardio con 27.5 por cada cien casos, contra un promedio de 6.9 pacientes para toda la OCDE. Asimismo, tiene el mayor nivel de hospitalizaciones por diabetes, 249 por cada cien mil, contra un promedio de 129.
También en obesidad aparecemos en los primeros lugares, con un porcentaje de 72.5 entre la población de 15 años y más. En ese rubro el promedio es de 58.2. Italia tiene 46 y España, 53.
La diabetes, las afecciones cardiacas y la obesidad ponen a millones de mexicanos en una condición de alta vulnerabilidad. Recordemos que la primera persona que falleció en México tenía diabetes tipo 2.
La reacción del sistema inmune de los diabéticos y su menor capacidad de procesar medicamentos hace que se vayan sumando problemas en caso de una neumonía, y pueden llegar a sufrir una falla orgánica múltiple.
Ante eso y la fragilidad del sector salud en México, la mejor defensa ante el COVID-19 parece ser la cuarentena o el distanciamiento social y la aplicación masiva de pruebas.
Por eso extraña tanto la resistencia que ha tenido el gobierno federal a ambas cosas, pese a la recomendación de la OMS. Ayer, en diferentes partes del país, laboratorios privados fueron advertidos por autoridades sanitarias que no podían aplicar la prueba de COVID-19 a riesgo de ver rescindidos sus permisos. Me reportaron que personas originarias de Tampico, que consideraban haber sido expuestas al coronavirus y que habían pagado la prueba, no pudieron realizársela por ese motivo.
BUSCAPIÉS
*Quienes cuestionan la aplicación de la cuarentena para evitar la propagación del COVID-19 seguramente no conocen la historia del médico italiano Carlo Urbani, microbiólogo de la Organización Mundial de la Salud, quien logró –precisamente de esa manera– acabar con la epidemia de SARS en Vietnam en 2003. Fue la primera cuarentena rígida que se impuso a todo un país. Se operó contra las resistencias iniciales de las autoridades, que temían un colapso económico. Urbani pagó con su vida su trabajo en la nación asiática, pues poco después de aterrizar en Bangkok –convertido en héroe–, enfermó de neumonía y murió.
*El año pasado, México exportó 402.7 millones de barriles de petróleo, por los que obtuvo 22 mil 404 millones de dólares. Por cada dólar por barril que baja el precio de la mezcla mexicana, el país pierde unos 10 mil millones de pesos en ingresos. Ayer, cerró en 17.70 dólares, 68% menos que el promedio de 2019 (55.63 dólares). Si se quedara así, México recibiría casi 380 mil millones de pesos menos este año (siempre y cuando se mantenga el nivel de exportación). La conclusión es obvia: el actual Presupuesto de Egresos está rebasado y tendrá que rehacerse.Información Excelsior.com.mx