Por Clara Scherer
En el mes de junio de 1886 nació una muy ilustrada mexicana, Hermila Galindo, primera candidata a diputada por el
5º distrito electoral de la Ciudad de México, en 1917.
Y el sábado 22, en el auditorio del Sindicato de Telefonistas, se inauguró en la Escuela de Formación Política Feminista Hermila Galindo un primer diplomado en la materia,
cuyo objetivo es “la formación y fortalecimiento de las mu- jeres en los ámbitos político, laboral y social desde una
visión feminista, para potenciar su acceso a los espacios de toma de decisiones y avanzar hacia una sociedad más democrática”.
Es resultado de un esfuerzo de coordinación de la colectiva Las Hermilas, la vicepresidencia de Igualdad de Género de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), la Campaña Trabajo Digno, la maestría en Estudios de la Mujer, el doctorado en Estudios Feministas y el área de investigación Mujer, Identidad y Poder de la Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco.
El auditorio, las mujeres, la emoción, evocaron la historia de las “señoritas telefonistas”. En septiembre de 1878, Emma Nutt, la primera contratada, según dicen, por su excelente memoria, cortesía, diligencia, rapidez, discreción y dulzura. O sea, por ser mujer. Por la sumisión que se espera de ellas. Y de ahí, ejemplo para el mundo: en todos lados, las mujeres fueron las operadoras de las centrales telefónicas. Requisitos indispensables: solteras, que “demostraran una educación moral impecable”. Perdían su empleo si se casaban. Y les pagaban menos que a los hombres. En 1895, ya había 22 operadoras en México.
El reglamento las obligaba a vestir blusa blanca y falda negra, estaba prohibido tener cualquier contacto con personas del otro sexo cerca de las instalaciones de la empresa y, en caso de hacerlo, casi en automático llegaba su despido. Los retardos eran castigados con la disminución del salario, la vigilancia, constante por parte de la directora o las vigilantes. No tenían derecho a defender sus derechos, vía un sindicato.
Afirman que tenía más prestigio que otros trabajos desempeñados por mujeres en los talleres, las fábricas, el servicio doméstico o en el campo; las condiciones laborales eran mejores y el sueldo más elevado. Les permitió sentir el reconocimiento social a su trabajo y vivir nuevas relaciones con sus compañeras al margen de la familia. Esto les dio una perspectiva distinta de su situación y de su papel en la sociedad, y las enfrentó a la desigualdad en un entorno profundamente tradicional.
Antes, quienes incursionaron en las llamadas redes técnicas, fueron las telegrafistas. La pionera, profesionista en esta ocupación, fue Luz Bonequi, la primera geek (persona fascinada por la tecnología) en nuestra historia. Nació en Oaxaca, en 1857. A los 25 años, aún soltera, viajó a la Ciudad de México y se topó con la machista realidad: ninguna escuela para mujeres ofrecía la carrera de telegrafista, ésta sólo se podía estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria y el director se negó a aceptarla. La joven encontró apoyo en un paisano, Ignacio Mariscal. Fue agente del gobierno en la Compañía Telegráfica Mexicana. Y, regresando con Hermila Galindo, además de política, fue telegrafista, maestra y periodista.
La investigación sobre las redes técnicas, incluyendo el telégrafo y el teléfono, han estado (nada raro) centradas en la figura masculina. En la historia de las telecomunicaciones
el protagonismo, dicen, fue ejercido por hombres, porque olvidan a mujeres como Hedy
Lamarr, inventora del espectro ensanchado; Erna Schneider, quien desarrolló un sistema
computarizado de conmutación telefónica; Shirley Jackson, los cables de fibra óptica
o a Evelyn Mijares o Salma Jalife. Las telefonistas acompañaron las transformaciones técni-
cas y tecnológicas de la comunicación. Fueron pieza fundamental para el éxito de las empresas.
El diplomado es un paso más para construir igualdad, eliminando la discriminación y, desde la libertad, reflexionar y debatir sobre las implicaciones de la práctica feminista. El éxito está asegurado: contarán con maestras muy sabias y experimentadas, como Ana Lau Jaiven, historiadora; Eli Bartra, filósofa, y Francesca Gargallo, escritora, entre otras. Información Excelsior.com.mx