Por Jorge Fernández Menéndez
No hay ninguna épica en la tragedia. La explosión de Tlahuelilpan que ha ocasionado, hasta el momento de escribir estas líneas, 85 muertos y una cifra casi igual de heridos, la mayoría de ellos grave, no fue el resultado de una lucha épica contra el robo de combustible, sino de la improvisación y la falta de previsión. En otro plano, consecuencia de un discurso que ha hecho de la violación de las normas y la legalidad un mérito, una cualidad del llamado pueblo bueno.
No entiendo por qué el presidente López Obrador aseguró ayer que “pedía disculpas si el combate a la corrupción causa sacrificios”. ¿Qué tiene que ver esta tragedia con sacrificios o lucha contra la corrupción? Al contrario, es consecuencia de convertir en norma la ignorancia de la ley y la orden dada a policías municipales, estatales, federales y militares de no impedir ningún acto masivo, aunque esté fuera de la ley, de no establecer ningún tipo de control, que se confunde con represión, si se percibe resistencia. “No voy a apagar el fuego con fuego”, dijo en otra declaración desacertada el Presidente, pero se tiene que comprender que garantizar el ejercicio de la ley no es represión, es una responsabilidad del Estado.
Por supuesto que, en ese contexto, no se puede responsabilizar de la tragedia exclusivamente a pobladores que, por la razón que fuera, estuvieron durante horas saqueando la fuga de combustible, desoyendo cualquier advertencia de peligro. Pero es insólito que en una circunstancia de esas características, con una fuga enorme de combustible, no se estableciera un perímetro de seguridad. Dicen que había 30 habitantes por cada militar, puede ser verdad, pero en los estadios o conciertos populares hay cien mil espectadores y en ocasiones mil policías y se puede controlar multitudes. Tampoco nada justifica que no se haya llamado a policías municipales y estatales para que apoyaran a los soldados a establecer ese cerco de seguridad o que éstos no se presentaran.
No se hizo porque nadie se quiere comprometer, porque desde la cúpula del poder se le sanciona, porque apenas la semana pasada cuando tres militares, muy cerca de donde ocurrió la tragedia, trataron de frenar otra fuga de combustible fueron secuestrados, golpeados y amenazados con ser quemados vivos por un grupo de pobladores. Los soldados, después de sufrir todo tipo de vejaciones, fueron dejados en libertad por los pobladores, pero, como ha ocurrido una y otra vez, no hubo nadie procesado, castigado por ese delito evidente y grave. Y eso ocurre todos los días en buena parte del territorio nacional. Si la norma es la impunidad, si la misma se justifica y en ocasiones, incluso se premia, no hay forma de que ninguna fuerza de seguridad pueda hacer cumplir la ley.
La suma de errores, faltas de previsión, de negligencia, de impunidad y de irresponsabilidad social es lo que provocó la tragedia en Hidalgo, no la lucha contra el huachicoleo, mucho menos lo fue una represión que jamás siquiera se intentó. No es responsabilidad tampoco de soldados que simplemente cumplen órdenes y que, una y otra vez, son agredidos en comunidades, en medios y en espacios de gobierno, al mismo tiempo que se les exigen cada vez mayores responsabilidades.
Hay que cambiar todo, hay que generar una cultura de la legalidad desde arriba, en eso también la escalera se limpia de arriba hacia abajo, como dice López Obrador, si no tragedias como ésta o como cualquier otra seguirán generándose, con o sin Guardia Nacional, militarizada o civil.
Existe una legítima preocupación por crear una nueva policía, por cambiar de nombres a las secretarías de Estado, por crear algo nuevo y no se puede hacer un esfuerzo; en el pasado porque no se quiso y ahora porque no existen acuerdos suficientes como para convertir siquiera en delito grave el robo de gasolina, ese huachicoleo que ahora se convierte en una épica nacional; si no se castiga, si queda en la impunidad que soldados o policías, que además no cometieron agravio alguno a la comunidad, sean secuestrados, golpeados. ¿Cómo les exigimos luego que traten de poner orden en una situación que se sale de control?
Ése es el huevo de la serpiente. El factor que puede detonar la violencia en cualquier momento. En estos días muchos hemos insistido en que el ambiente de polarización y agresión creado desde distintos grupos de poder llevará inevitablemente a la violencia y en casos como éste a la tragedia. Si queremos acabar con la corrupción, el huachicoleo, con el crimen, se tiene que partir del principio de hacer cumplir la ley. No hay pueblo bueno que pueda estar por encima de ella.
GERTZ
El nuevo fiscal, Alejandro Gertz Manero, era, por mucho, el mejor perfil de los diez candidatos propuestos para ocupar la Fiscalía General de la nación. Logró un amplísimo consenso en el Senado y es merecido. No creo, conociendo a Gertz Manero, que se convierta en un dócil fiscal carnal. Tiene experiencia y personalidad como para cumplir con eficiencia y rectitud su responsabilidad. Y no tiene una mayor que hacer cumplir la ley, casi todo el cuerpo de procuración de justicia debe ser reformado con ese objetivo. Y creo que el nuevo fiscal general está en condiciones de imponerlo con autoridad e independencia. Ojalá así sea. Información Excelsior.com.mx