Por: Yuriria Sierra
“Creo que hoy en día —Venezuela— no es una democracia y estamos viendo actuaciones autoritarias”, dijo hace un par de días Luis Videgaray, el secretario de Relaciones Exteriores de nuestro país sobre Venezuela. Basta revisar las noticias de los últimos 60 días para reconocer la gravedad de la crisis que se vive en ese país. Sesenta días en los que se cuentan también 60 muertos y cientos de heridos, miles de detenidos y ni una sola respuesta a las carencias que viven los venezolanos y que motivan a algunos a la movilización, a otros a buscar comida en las calles. Lo dicho por Videgaray es una manera de definir la realidad de un pueblo que no tiene qué comer, cómo curar sus enfermedades ni la libertad para expresar su sentir. Y nuestro canciller lo dijo en su posición de representante mexicano en la Organización de Estados Americanos, instancia en la que se discute sobre la política exterior de cada país del continente, con la intención de afianzar lazos que repercutan en la paz y el desarrollo individual y colectivo. Videgaray, haciendo uso de sus facultades como canciller, también se ofreció para ser el mediador en el conflicto entre Venezuela y la OEA, luego de que hace poco más de un mes el primero anunciara su retiro de la organización. Y es que al gobierno venezolano, por su ausencia de cualidades democráticas, no le gusta escuchar nada que cuestione la forma en la que se conduce Nicolás Maduro y su pandilla. Por el contrario, repetimos, se han encargado de reprimir y hasta de asesinar a los opositores.
La respuesta que salió de Venezuela a las declaraciones de Luis Videgaray siguió la misma línea de confrontación que le conocemos a Maduro. Delcy Rodríguez, la canciller de ese país, escribió una serie de cinco tuits, en la que se fue con todo en contra de nuestro país, no únicamente contra Videgaray, y que sólo refleja la determinación de llevar la infamia del llamado “régimen bolivariano” a grados que el propio Simón Bolívar encontraría insoportables. Venezuela estiró la liga doméstica hasta romperla hace ya tiempo. Ahora estira las pocas ligas que todavía tenía hacia el exterior. El régimen de la más insoportable infamia.
Durante estos días de protestas en varias ciudades de Venezuela ha quedado claro quiénes son los que construyen muros, no sólo con los países de la región, sino con su propio pueblo. Mientras los venezolanos se movilizan, se enfrentan a la represión, esquivan los gases lacrimógenos y luchan por liberar a sus presos políticos, a Maduro se le ha visto bromear, reír, bailar. Una avalancha de frivolidad, cinismo y crueldad… y apenas el jueves pasado, mientras un joven opositor era asesinado, él se encontraba en un evento llamado Expo Mujer, en donde se dio el tiempo de tocar unas melodías en piano.
Es de aplaudir que las declaraciones de la canciller Rodríguez no intimidaran en ningún momento a Luis Videgaray. Ayer se realizó una reunión en Washington de los países miembros de la OEA, y aunque Venezuela había dicho que no participaría, por aquello de que ya estaba en proceso de separación de este grupo, sí llegó. Y ahí mismo, el canciller mexicano volvió a instar a los presentes a actuar con urgencia: “La comunidad internacional, y en particular la comunidad hemisférica, tiene la responsabilidad de actuar para que las partes puedan acercar posturas y dar seguimiento puntual…”. Y es que lo que Nicolás Maduro y sus colaboradores no han entendido es que la OEA no le quiere decir cómo se debe gobernar, sino ayudarlos a poner la mesa para que ellos y sus opositores se sienten a dialogar para encontrar la mejor vía de la resolución, sobre todo, de las carencias diarias que viven los venezolanos. La actitud que muestra el gobierno de aquel país, la mezquindad con la que responde a las críticas, no puede ser más barbárica, inhumana e inaceptable. Qué bien que México se muestra como un actor activo en este conflicto, porque una de las razones de la existencia. Información Excelsior.com.mx