Por Víctor Beltri
Las palabras importan. Las palabras moldean el pensamiento, y terminan por definir las acciones. Las palabras construyen con solidez, pero también derrumban con contundencia. Las palabras importan, y deben ser cuidadas con esmero y administradas con cautela. Las palabras pueden ser puente al entendimiento, o atajo a la discordia: las palabras importan.
Las palabras importan. Los acontecimientos del fin de semana obligan no sólo a la reflexión, sino a la acción inmediata: hemos permitido —y estamos permitiendo— que la violencia verbal se infiltre —de manera ni siquiera subrepticia— en el lenguaje cotidiano, sin hacernos cargo de las consecuencias. Lo que hoy son palabras, mañana pueden ser ideas; lo que mañana son ideas, al día siguiente pueden ser los actos de un desquiciado. Las palabras importan y, si proferidas en el momento oportuno —inoportuno— pueden destruir, en un instante, lo que se ha construido con un esfuerzo y dedicación inenarrable. Las palabras importan, y deben de cuidarse.
Deben de cuidarse. Más allá del columnista que no supo medir la repercusión de sus palabras —y que hoy enfrenta las consecuencias de sus actos—, es preciso reconocer la violencia verbal presente, de manera casi omnímoda, en el discurso cotidiano. Una violencia verbal que no puede llevarnos a nada bueno: las palabras, realmente, importan. Las palabras, como decíamos en un principio, moldean el pensamiento: tan irresponsable es llamar al asesinato de un candidato como al fusilamiento —¡en el Cerro de las Campanas!— de los rivales. Tan irresponsable es la campaña negra en contra de un adversario como lo es la victimización —y las acusaciones— que el mismo realiza; tan irresponsable es llamar a mochar manos como lo es a prometer penas de cárcel fuera de la Constitución; tan irresponsable es nombrar peligros para México como lo es definir a una Mafia en el Poder. Tan irresponsable es acusar sin fundamentos como defender a base de maromas: la soberbia no permite percibir las incongruencias de cada bando.
Incongruencias que escalan —y siguen escalando— en un juego de falacias que parece no tener fin, y que no hace sino contribuir a la crispación nacional: justo en el momento en el que tendríamos que estar debatiendo el modelo de país que queremos tener a corto, mediano y largo plazos, seguimos quemando la pólvora en infiernillos que no son sino inútiles. Inútiles porque, quienquiera que sea el próximo presidente de la República, estará obligado a desentrañar el entramado de corrupción —e ineficiencia— de la administración actual. Inútiles porque, quienquiera que esté al frente del Poder Ejecutivo, tratará de sacrificar la obra de su antecesor en el esfuerzo de cada seis años por adquirir —además de legitimidad— un sello propio. Infiernillos inútiles que no son —a final de cuentas— sino promesas de campaña que sólo sirven para que cada candidato —quienquiera— pueda rasgarse las vestiduras pero que terminan teniendo repercusiones en el mundo real.
Un mundo real que abreva de las palabras —las palabras importan— de los candidatos. Un mundo real en el que las casas blancas se siguen recordando, en el que las bodegas siguen indignando, en el que los mandos patriarcales se siguen cuestionando. Un mundo real en el que se suscitan mutilaciones que citan las palabras de un candidato, o en el que se lincha a quien no coincide con quien concita el poder político con el religioso. Un mundo real en el que las palabras de los candidatos —y de quienes escriben su saga, como en el caso del último defenestrado— adquieren una relevancia insospechada —y más que real. Un mundo real en el que, como es evidente, no debería de tener cabida la violencia verbal.
Las palabras importan, y es preciso darse cuenta. Las palabras moldean el pensamiento, y terminan por definir las acciones. Las palabras nos definen, pero también pueden cambiarnos. Las palabras —y los actos que les siguen— muestran más de quien las emite que de quien las recibe: las palabras importan y, quien así lo entiende, sabe también cómo retirarlas. Las palabras importan. Y se necesita valor para asumirlas. Información Excelsior.com.mx