Por Jorge Fernández Menéndez
Hace 33 años nos despertábamos, por primera vez en la historia posrevolucionaria, sin la certidumbre de un ganador en los comicios presidenciales del día anterior. El PRI había declarado la victoria de Carlos Salinas de Gortari, pero la oposición reclamaba fraude y los candidatos Cuauhtémoc Cárdenas, del Frente Democrático Nacional; Manuel Clouthier, del PAN, y Rosario Ibarra, del PRT, se manifestaban en Gobernación, donde cerca de las once de la noche del miércoles 6, el entonces secretario, Manuel Bartlett, había anunciado “la caída del sistema” de cómputo, que no se reanudaría hasta el jueves 7, estableciendo una votación de cerca del 51% en favor de Salinas de Gortari. Ese día, el presidente electo declaró que, con los comicios del 6 de julio, había acabado “la época del partido prácticamente único”. Así fue, nunca el país volvió a ser igual.
No nos gusta tener memoria histórica, no nos gusta, como país, colocar las cosas en perspectiva y aprender del pasado: preferimos mitificarlo, que es una forma de ignorarlo. Lo cierto es que, más de tres décadas después de esa elección, muchos de los personajes centrales de esa obra siguen actuando, aunque jugando diferentes papeles.
Salinas de Gortari fue un Presidente que marcó época y sigue siendo uno de los exmandatarios más influyentes, aunque viva fuera del país y hoy no participe abiertamente en temas nacionales.
Cuauhtémoc Cárdenas fue desplazado del control de la izquierda, luego de otras dos candidaturas presidenciales, por Andrés Manuel López Obrador, que en aquellos días de 1988 se estaba separando del PRI y al que Cuauhtémoc convencería que fuera candidato a gobernador por Tabasco en el naciente PRD. Pero el liderazgo moral de Cuauhtémoc es innegable. Lázaro Cárdenas Batel, su hijo, que fue gobernador de Michoacán por el PRD, es hoy el coordinador de asesores del presidente López Obrador (y no está entre los seis señalados como precandidatos, pero no lo ignore usted).
Manuel Bartlett no cayó en el ostracismo, todo lo contrario, primero fue secretario de Educación Pública y luego gobernador de Puebla, con Salinas, y por el PRI, no fue hasta dejar esos encargos que se separó del tricolor, bien entrado el gobierno de Zedillo, y se acercó a López Obrador. Hoy, como poderoso director de la CFE, desde Morena, ya nadie le recuerda aquella caída del sistema.
Manuel Clouthier, lamentablemente, ya no está con nosotros, pero ahí está su hija Tatiana, que luego de muchos años en el PAN, se pasó a Morena y ahora es secretaria de Economía y, según López Obrador, una precandidata presidencial para el todavía lejano 2024. La hija de Rosario Ibarra de Piedra es la muy cuestionada presidenta de la CNDH, Rosario Piedra Ibarra, lejos, creo, de los talentos de su madre.
La mayoría de los precandidatos que señaló el presidente López Obrador ya eran actores, aunque en segundo nivel, en 1988. Claudia Sheinbaum, casada entonces con Carlos Imaz, era dirigente del Consejo Estudiantil Universitario, que con sus movilizaciones en 1987 fue clave para el lanzamiento del FDN. Los videoescándalos defenestraron a Imaz, pero no a Claudia, ya divorciada de Carlos.
Marcelo Ebrard era, siendo muy joven, la mano derecha de Manuel Camacho, en ese momento el político más cercano a Salinas de Gortari. Marcelo hizo todo el camino con Manuel, incluyendo la ruptura de 1994, hasta ser, hoy, canciller de López Obrador.
En un papel similar al de Marcelo con Camacho, operaba entonces un muy joven Esteban Moctezuma, de todas las confianzas de Ernesto Zedillo, quien terminaría siendo el candidato luego del asesinato de Luis Donaldo Colosio (su hijo es el flamante alcalde de Monterrey por Movimiento Ciudadano). Esteban fue secretario de Gobernación y de Desarrollo Social con Zedillo. Hoy, luego de su paso por Educación, es el embajador en Washington.
La joven Tatiana era militante del PAN y ella y su hermano Manuel (hoy políticamente distanciados) tomaron relevancia con la muerte de su padre, el dirigente de masas más importante que tuvo el PAN, en un accidente que, para muchos, aún despierta sospechas. Esa historia, esa muerte, fue uno de los acicates que llevaron a Tatiana a alejarse del PAN y acercarse a López Obrador.
Juan Ramón de la Fuente ya era en 1988 un siquiatra conocido y reconocido en la UNAM, fue de los hombres que surgieron en el entorno de Jorge Carpizo y, paradójicamente, tuvieron como contrapunto al movimiento del CEU. De la Fuente, que tuvo siempre un pie en la academia y otro en la política, fue secretario de Salud con Zedillo y luego rector de la UNAM, en medio de la huelga que paralizó la universidad durante un año. Como embajador en la OEA está lejos del desgaste cotidiano del gabinete.
Rocío Nahle apenas comenzaba a trabajar en Pemex. No tenía participación política. No lo nombró el Presidente, pero otro precandidato, éste por decisión propia, es Ricardo Monreal. El líder del Senado era entonces un joven priista, cercano a otro legislador muy reconocido e influyente, José Luis Lamadrid, el maestro Lama le decían.
Ese 6 de julio de 1988 está mucho más cerca de nosotros de lo que parece, y la distancia entre aquellos tiempos llamados neoliberales y éstos de la autodenominada 4T quizás no es tanta como parece. Información Excelsior.com.mx