Por Pascal Beltrán del Rio
Dentro de una semana habrán terminado las precampañas, esa entelequia cortesía de la clase política mexicana que sirve, hipotéticamente, para que los aspirantes a un cargo público compitan con sus correligionarios por una candidatura, pero que, en los hechos, es una etapa más de la campaña.
¿Qué conclusiones podemos sacar de los más de 50 días de precampaña transcurridos hasta ahora?
1. Las preferencias electorales no se han movido. O si lo han hecho —todo depende de la encuesta a la que usted le crea—, el movimiento ha sido marginal. A la cabeza de la carrera presidencial sigue marchando Andrés Manuel López Obrador, y detrás de él van Ricardo Anaya y José Antonio Meade, aunque el orden en el que aparecen estos dos puede estar a debate.
2. Lo que sigue moviendo a la opinión pública en torno de la elección presidencial que tendrá lugar dentro de 146 días es la disyuntiva de “cambio o continuidad” en el gobierno y en el rumbo del país. Sin embargo, conforme se comienza a percibir como una posibilidad real que López Obrador gane la elección, la disyuntiva de “AMLO sí o AMLO no” también ha hecho su aparición. Cuál de las dos prevalecerá, es la duda.
3. López Obrador ha mostrado una gran capacidad de sobreponerse a los ataques de sus adversarios. Con sarcasmo e incluso humor fino ha conseguido capotear muchos de los cuestionamientos. Sin embargo, como digo arriba, su imagen ha ido mutando, de candidato eterno a virtual triunfador. En la medida en que se da por seguro su triunfo —“ya estoy pensando más en gobernar que en ganar la elección”, reconoció él mismo hace poco—, está dejando de ser visto sólo como vehículo del cambio y hace suyas las obligaciones del próximo Presidente.
4. En ese sentido, López Obrador es el puntero que ayuda a sus perseguidores cortando la fricción del aire. Es la liebre que baja el ritmo, convencido de que las tortugas jamás lo podrán alcanzar. Decir que está ya pensando en gobernar y a quién le va a perdonar por sus pecados políticos, cuando quedan más de 20 semanas de contienda por delante, parece un mal cálculo. Convertirse en el eje de la decisión que tomarán los votantes puede solidificar al bando de quienes no quieren verlo en el poder.
5. El oficialista Meade no ha hecho una buena carrera, en el sentido de que no ha logrado acortar la distancia con López Obrador. Apostar a hacerse del voto útil y ganar con él es aún una fantasía. Por dos razones: Primero, porque la candidatura de Anaya no se ha rezagado, como para convertirlo a él en el abanderado de los que no quieren a AMLO, y, segundo, porque, como he documentado en días recientes, el voto útil en los comicios presidenciales de 2000 a la fecha ha sido poco significativo.
6. Lo que Meade sí ha logrado —pues no hay una sola encuesta que lo desmienta— es aumentar rápidamente sus niveles de conocimiento, rubro en el que se encontraba muy rezagado respecto de López Obrador y Anaya, quienes aprovecharon el uso de los spots institucionales de los partidos durante meses. Para aspirar a ganar, hay que ser conocido, y hoy Meade lo es mucho más que en diciembre. Lo malo para él es que vienen seis semanas de intercampaña en el que ese avance se verá suspendido.
7. Anaya no ha hecho una mala carrera. Logró mezclar el agua y el aceite ideológicos y conformar el Frente. Obtuvo un impulso por parte de la caravana del gobernador Javier Corral y la reciente adhesión de Diego Fernández de Cevallos, el mayor apoyo por parte del panismo histórico, que parecía haberlo abandonado. Sin embargo, las dudas sobre su honestidad han seguido aflorando y aparentemente se convertirán en su espada de Damocles en momentos en que el repudio a la corrupción es el principal combustible del deseo de cambio en la sociedad mexicana.
El periodo de intercampaña —el mes y medio de silencio propagandístico que teóricamente deben obedecer los aspirantes presidenciales y que fue creado para dirimir las impugnaciones en las contiendas internas de los partidos, esas mismas que no han existido entre los presidenciables— no será un tiempo propicio para que se den grandes movimientos en las preferencias electorales, pero sí puede marcar una diferencia: Sus personajes centrales serán los independientes que logren subirse a la boleta. Cuando termine ese lapso y comience la campaña formal, el escenario con tres aspirantes presidenciales podría convertirse en uno de seis, con pronóstico reservado. Información Excelsior.com.mx