Por Yuriria Sierra
Han sido uno de los lugares favoritos de los turistas que visitan la región sur de nuestro país. Lagunas pintadas de un azul tan profundo que hipnotiza a cualquiera. Pero llevan meses sin recibir gota de agua alguna. Ya no llueve, a pesar de estar en una zona boscosa que, tradicionalmente, recibe el agua que cae desde la cima de las montañas. Son las Lagunas de Montebello, un paraíso natural que poco a poco se extingue. Las lluvias están ausentes, como presente son las consecuencias de un cambio climático que nos negamos a ver.
Sus efectos van más allá. No sólo es que en las Lagunas de Montebello el nivel de agua haya disminuido drásticamente en las últimas semanas o que los turistas ya no estén llegando a montones como lo hacían antes. Es que las secuelas se viven distinto en cada parte del mundo.
En África, por ejemplo, ya se suscitaron los primeros conflictos violentos a causa del calentamiento global. Ocurren en la zona central, en países como Mali o Nigeria. Tribus nómadas y agricultoras se enfrentan por la falta de lluvias que obstaculizan el control y explotación de los recursos naturales de la región. Organizaciones europeas revelaron que en junio, 95 personas de la etnia dogon, dedicada en su mayoría a la siembra, fueron asesinadas por un grupo de hombres que buscan el control de las tierras de cultivo. Tres meses antes, integrantes de esta misma etnia, asesinaron a 150 nómadas. En esta parte del planeta, casi cuatro mil personas han muerto en los últimos tres años en conflictos similares: la conquista por nuevas tierras de cultivo. Los cambios de temperatura afectaron su estabilidad, han tenido que moverse e intentar adaptarse.
En Canadá, lo que empezó como una venta gourmet, se convirtió en la posibilidad de sustento para las familias que solían dedicarse a la pesca. Cazan icebergs, los descongelan en un contenedor y venden en agua embotellada. Alcanza un costo de casi trescientos pesos por sólo 750 mililitros. Este líquido, identificado por su pureza, también ha sido botín de ladrones. En febrero pasado, más de 30 mil litros fueron sustraídos de una región al norte de Quebec, con un valor de doce mil dólares. La reventa habrá sido por un valor mucho mayor. Quienes ahora son emprendedores y comercializan el agua de los icebergs, tienen una lógica: el Ártico de todos modos se está descongelando, no se daña a nadie. Aunque a más de 2 mil 500 kilómetros de ahí, en Ok, Islandia, se ha declarado muerto el glaciar Okjökull. La NASA documentó, desde el espacio, su deterioro desde 1986, cuando lucía como una enorme masa de hielo de más de 38 kilómetros, pero que hoy su área se redujo a un kilómetro cuadrado. Es el primer glaciar muerto en este país.
Todos somos culpables. Por actos u omisión. Un estudio publicado hace unos días en la revista científica Nature Communications concluyó que son más las voces escépticas las que tienen presencia en medios de comunicación. Revisaron más de 100 mil artículos en prensa escrita y en internet publicados entre el año 2000 y 2016; encontraron que son más los climatólogos, académicos, empresarios y políticos los negacionistas del calentamiento global. La misma Greta Thunberg, activista de 16 años que hoy se encuentra en alta mar rumbo a NY, hace referencia a su incredulidad al ver la gravedad del problema que representa la crisis climática y que no sea este el tema del que todos estemos hablando. La analogía es perfecta: una familia no podría ignorar que su casa se incendie, sin embargo, los habitantes del planeta entero es justo lo que estamos haciendo. Ya empezó, no la crisis, la catástrofe. Información Excelsior.com.mx