Por Ángel Verdugo
Este miércoles escuché, como cada miércoles, a un colaborador estrella de Excélsior, el doctor Carlos Ornelas. Uno de los pocos especialistas altamente calificado en materia educativa que hay en México; serio, profesional y mesurado, nos da cátedra en cada intervención con Pascal en Imagen Radio Primera Emisión, y en su colaboración semanal en Excélsior.
(Veo en Carlos, lo mismo que en Gilberto Guevara –quienes desde hace decenios están dedicados a estudiar el sistema educativo mexicano–, el profesionalismo y la objetividad que escasean en México).
El centro de su intervención este miércoles fue, dicho por él sin ánimo de presunción, haber cumplido doce años colaborando en Excélsior. Dado que tenemos el mismo tiempo, intentaré dar también mi opinión, pero, sin la mesura y claridad de Carlos.
Mi primera colaboración en el nuevo Excélsior fue el jueves 23 de marzo del año 2006 en Dinero; la segunda, al día siguiente, en Global. En estos doce años pues, llevo publicadas, a razón de cuatro por semana, 2,496 colaboraciones de manera ininterrumpida. Si en ese gran total hubiese habido unas cinco que usted, en su momento, habría juzgado como textos aceptables, me doy
por bien servido.
Escribir en un medio como Excélsior, periódico del cual guardo recuerdos imborrables por el apoyo que brindó al Movimiento Estudiantil de 1968, particularmente Jaime Reyes Estrada, es para mí motivo de orgullo.
Como dijo Carlos hace dos días, escribir una columna por semana –en su caso y cuatro en el mío–, es una tarea que por más desordenado que sea uno, lo disciplina; lo obliga a ser ordenado y, aun cuando se resista, lo obliga a practicar sistemática y permanentemente lo que es en México un deporte extremo: Leer e informarse, y pensar y sistematizar lo leído para ponerlo en blanco y negro con la obligada claridad –cosa que no siempre logro–, de manera tal que el lector lo encuentre, además de interesante, fácil de leer para entender el mensaje que uno desea enviar.
Escribir en un medio que permite al lector opinar lo que guste –sin cortapisa alguna–, lo hace a uno blanco de personas de muy diversa índole. Unos, los más, verdaderamente interesados en el tema, difieren y expresan sus diferencias de manera comedida y respetuosa. Los menos, ofenden de la manera más burda que uno podría imaginar.
¿Qué logran éstos? ¿Sacar frustraciones y mostrar su cobardía al no dar la cara? Sin embargo, la pregunta importante sería otra: ¿A qué lo llevan a uno esos insultos? ¿Qué impacto tienen en quien se ve ofendido por los que nada saben de su trayectoria, menos lo que uno ha enfrentado por defender sus posiciones? En unos casos, a tirar la toalla como decimos coloquialmente; en otros, a no hacer caso y seguir buscando cumplir de la mejor manera la obligación contraída.
Durante estos años, recibí el apoyo y la comprensión de quienes, a pesar de no compartir muchas de mis posiciones, las respetan a cabalidad. Estos años en Excélsior me enseñaron cosas que jamás imaginé; asimismo, pude recibir el apoyo irrestricto de quienes, como María Elena, José Manuel y Omar en Dinero e Iván en Global y Lorena como coordinadora de Opinión, cumplen con total entrega su trabajo. Injusto sería no mencionar a Pascal y Nacho en esta aventura que lleva ya, doce años. Y por encima de todo eso, ha estado usted que es, aun cuando suene cursi, la razón de este mi esfuerzo semanal.
¿Cuánto más duraré aquí? Lo ignoro; lo que sí sé, es que ha valido la pena. ¡Gracias!
Información Excelsior.com.mx